Desde la periferia observamos con perplejidad y susto, como los ciudadanos madrileños de derechas van creciendo en intolerancia, agresividad, violencia física y verbal. Y lo van haciendo desde 1996, año de los insultos a Pujol o González, y de las banderas pre-constitucionales en la celebración de la calle Génova; después, tras unos años en los que se limitaban a expresar esa intolerancia con los que no pensaban como ellos, vía gubernamental, han vuelto a la calle y a las ondas apostólicas de forma violenta. Los sucesos, vergonzosos y denunciables, en la manifestación de la AVT contra manifestantes del PSOE, ministros y el grupo editorial PRISA, así como la violencia verbal hertziana que cada mañana salen de las ondas populares de la Iglesia nos hacen pensar que algo pasa en la derecha madrileña. Desde la periferia, vemos otros ciudadanos de derechas que se alegra por los éxitos que van a parar al bien del ciudadano, salvando las diferencias políticas, claro; así que miramos con perplejidad lo que ocurre en Madrid, pero también con susto, por lo que pueda tener Madrid de efecto espejo en la periferia. Alguien puede pensar que son unos pocos, pero la lluvia comienza con unas gotas.
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