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infinitoyfugaz

Más Cuento que Calleja...

Afeitar

Afeitar El verano del 83 sí que hizo calor en Galicia y había menos árboles talados que ahora. Acababa de cumplir trece años y este año tocaba ir a casa de los abuelos por parte de mi padre. Desde Zaragoza el viaje en coche era interminable. Mi padre salía de casa afeitado y llegaba a Villagarcía con barba de doce horas. Aquel verano una mañana con la navaja de mi abuelo Xaquín me afeité el incipiente bigotillo que llevaba unos días cobrando sombra; mientras, el espejo no sólo me guiaba en mi torpe tacto sino que también me devolvía la memoria de cinco o seis años atrás cuando el abuelo Xaquín me reprendió al pillame con su navaja. "Cuando seas mayor esto te va a afetar". Cuando acabó el verano busqué en un diccionario de mi hermana la palabra AFECTAR. Tardé varios años en comprender que las navajas me iban a afectar de otro modo.

La Ingratitud

La Ingratitud Aquel iba a ser mi gran día. Yo tenía entonces 9 años y jugaba en los benjamines del Salt CF. Aquel fin de semana en el club era especial: inauguraban el nuevo campo de fútbol... de CÉSPED. Nunca había jugado en un campo de césped; bueno, a ser sincero nunca había salido de titular en ningún campo, ni de césped, ni de tierra. El entrenador siempre me sacaba en los últimos 10 minutos. En el entrenamiento del día anterior, Ramón dijo que no podía venir al partido porque se iba a la playa con sus padres. El entrenador me dijo que entonces jugaría yo en su puesto y que por rotación yo sería el... CAPITÁN. Eran las 11 y salí como un flan, le di la mano al arbitro y al otro capitán. Mil personas me miraban (luego venía el Murcia CF de primera a inaugurar oficialmente el campo) Llevaba 10 minutos jugando cuando desde la banda se producía ya el primer cambio. Era mi número y el que entraba era ... Ramón. Le tuve que saludar y darle el brazalete. Esa fue mi última temporada como futbolista.

Colgate

Colgate Todavía me estoy recuperando; son sólo las nueve y media de la mañana y ya me duele todo, sobre todo el cuello. Hace un par de horas me teníais que haber visto, lozano, limpio, con un brillo, que ni mi, hasta hace dos días, compañero, Mr. Proper (bueno, ahora le llaman Don Limpio). Mi aspecto orondo, como soy yo de natural, me había abandonado, y lo había hecho de repente, desde las siete y media, esto ha sido un suplicio, de un lado para otro, de derecha a izquierda, de arriba a abajo (¡qué mal he llevado estar boca abajo!) Con lo bien que estaba yo en mi cuartito, con la casa en silencio... bueno, es más, desde que llegué anoche a casa, después de estar todo el día en el Carrefour, y después de un viaje apelotonado oliendo a todo, y con golpes incluidos, aquel cuarto con olor a limón y frescor salvaje del Caribe, y aquel vaso de agua, me parecieron la gloria, únicamente el olor a Licor del Polo, que a nadie de mi familia nunca nos ha gustado, podía amargarme aquella confortable noche, sin saber que la mañana iba a ser lo que ha sido: una suerte de pellizcos, apretones, manoseos y dolor en mi cuerpo que padre, madre, chicos y chicas me han provocado.

LA TRISTEZA DEL NIÑO

LA TRISTEZA DEL NIÑO De pequeño creía que para estar triste había que trigar en un trigal, y además ser tigre, y encima estar con otros dos tigres.¡Qué triste es ser niño!

EL RENCOR SOCIAL

EL RENCOR SOCIAL Pues sí, aquí estoy escribiendo con un boli del BBVA sobre un papel arrancado al viento que se ha pegado a mi cara. Estoy sentado a la puerta de una iglesia y odio a la vieja que acaba de pasar luciendo sus pieles y que me ha mirado con asco, odio al ejecutivo que ha evitado mi mirada pensando que yo podía ser un mal fario para él, odio al señor de bigote que ha apartado su maldito caniche de mi presencia pensando que podía ser contagiado, odio estas malditas ropas que me han dado las carmelitas y odio a al fisco por meter sus narices donde no le llamaban. Odio el sistema.

UN VIEJO CONFLICTO

UN VIEJO CONFLICTO Samsa, el más viejo del lugar, dictaminó que aquello no había sido un accidente doméstico, sino genocidio doméstico voluntario con la utilización de armas químicas. El envío de más tropas era inminente. Ellas tenían todo el derecho de asentarse en aquellos territorios. La agencia no era quien para dar aquella su tierra santa a aquellos extraños. La represalia estaba preparada y ya sólo Cucal podría pararlas.

EL TRAJE

EL TRAJE Aquella mañana de domingo abrileña Ramón Calatayud Tarazona, más conocido como “CALATA” abrió su armario ropero y buscó su traje, el traje de los domingos. “CALATA” buscó pero no lo encontró. De repente se dio cuenta de que en la percha donde habitualmente colgaba su traje había otro completamente diferente. No había tiempo, su cita dominical estaba cercana y no podía acudir sin traje: decidió ponerse el que había en la percha. Dos horas más tarde todo eran gritos, abucheos, insultos y, venga, otra moneda que caía sobre “CALATA”. La afición nunca le perdonó vestir el traje blanco del equipo rival.